Me limpio con una servilleta los restos de aceite de sésamo de la punta de los dedos. No ha quedado ni un grano del arroz mil delicias sobre el plato. Corto las verduras muy pequeñas y las mezclo con el arroz cocinado en una sartén. Después dejo que mi muñeca baile con unas gotas de aceite de sésamo, soja, jengibre rallado y quizá algo de salsa de pescado. Casco un huevo, lo revuelto todo. Y me lo como una gallina. Como cuando de pequeña acaba las clases de gimnasia rítmica y corría hacia casa con un hambre voraz. Como cuando todavía no sabía que iba a escribir y publicar novelas.
De hecho, a veces, todavía no me lo creo.
Empecé a escribir a los catorce años. Lo hacía para suturar las grietas de la adolescencia que me fisuraban la identidad por una y otra parte. Escribía porque me aliviaba el escozor. Creo que sigo escribiendo por el mismo motivo: entender el mundo. ¿Escribo por eso? Me hago preguntas todo el rato. No sé si quiero saber todas las respuestas, yo lo que quiero es seguir buscando.
Hace poco le leí una frase a Javier Cercas, creo que es de William Faulkner:
«La literatura es como encender una cerilla en medio de la noche, no se ve nada, pero al menos ves la oscuridad»
Encendí una cerilla aquí. Luego siguió aquí alumbrando la oscuridad. Y después de meses de trabajo (redoble de tambores con el tenedor y el cuchillo sobre la mesa), el 26 de septiembre saldrá mi segunda novela: Ojos color limón, editada una vez más por SUMA (Penguin Random House). Una novela para volver al pueblo (y respirar). En la era de la inmediotez y el elogio al frenetismo de la súper productividad, esta novela es una tregua. Un espacio para parar. Un refugio.
Y esta es la sinopsis:
¿Podemos vivir a otro ritmo o llegamos tarde?
Clara, agotada a sus treinta y siete años, encuentra una oportunidad para no pagar los desorbitados alquileres de Madrid: vivir en un pueblo de la sierra de Alicante con todos los gastos pagados. Pero nada es gratis, a cambio tendrá que pensar en maneras de conseguir repoblarlo. Es el contrato que ha firmado. Allí conocerá a Ángela, una vieja de setenta y nueve años que le hará cuestionarse la forma en la que ve la vida.
Ojos color limón es un pueblo. Es una vieja. Una oportunidad. Es una amiga. Y es escapar del ruido. Es masa de pizza. Es volver a empezar. Ojos color limón es Ángela y también es Clara. Y todos los años que tienen entre medias. Este libro es tiempo. Una novela para volver al pueblo. (Y respirar).
¿Es verdad que existe un botón naranja para parar el mundo? ¿Dónde está?
Vuelvo a coger la servilleta y me la paso arrugada por las palmas de las manos. Me sudan. Siento aleteos en el estómago al compartir esto. Aquí. En mi espacio más íntimo. Tengo una ilusión inabarcable. Unas ganas inmensas de que sea una historia también tuya. Puedes reservarla ya en preventa aquí.
Me paso la servilleta una vez más. Está hecha jirones.
¡Enhorabuena por la publicación! ❤️
Enhorabuenaaaaaa! Deseando saborearla!!