He comido sola. Sobre la mesa hay una bandeja con restos de boniato, una servilleta de papel arrugada y un vaso de agua vacío. Sale esto del altavoz blanco del salón.
Soy joven. Menos que antes. Durante los últimos meses me siento especialmente ofuscada por el paso del tiempo. Yo, que nunca llevo reloj. Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez aquí, ¿cuánto es demasiado? No sé.
Mi madre me cuenta que con sesentaytantos la cabeza no le concuerda con el cuerpo. «Ya lo verás, ya». No hay sincronía, «que tengo una cabeza de veintipico y un cuerpo que empieza a descolgarse por algunas partes, que los pies no me siguen el pensamiento».
Se ve que el reloj de la cabeza no va en hora.
Clint Eastwood dijo por ahí que está así de bien a pesar de los años porque «no dejo entrar al viejo». Se ve que el viejo habita sólo su cuerpo y no le deja pasar al piso de arriba. No le deja pilotar el buque.
Llevo desde (mucho) antes de agosto balanceándome en el pensamiento de que el tiempo es una riada que no pasa indiferente para —sobre, contra, bajo, hacia— nadie. No sé si eso es bueno o malo. No trato de catalogarlo en esas dos únicas opciones mancas. Es sólo una afirmación propia. Las riadas siempre arrastran más cosas que sólo agua: ramas secas, botellas de cristal, gravilla, una lata, aquella llanta por la mitad y un montón de bichos ahogados. Ahora me surge una duda: ¿el tiempo pasa sobre nosotros o nos movemos constantemente con él?
A veces siento que el tiempo me arrastra. Oh, ¿cómo he llegado hasta aquí? Otras parece que lo navego. Algunas me ahogo; una rama se me clava y toso. Y la mayoría de veces, busco sin darme cuenta troncos robustos a los que agarrarme. No para que el tiempo no pase —eso sería insensato, ¿vivir eternamente?—, sino para que lo haga de una forma constante. Que la riada fluya a un ritmo sincrónico. Es probable que eso sea otra insensatez.
Ya es otoño. Ha pasado otro verano. Y yo estoy recibiendo emails de Navidad. Del altavoz del salón, ese tronco blanco con agujeros pequeñísimos, está sonando esto ahora mismo.
No sé qué hora es.